Investigadora de GEMA U. Mayor analizó la interacción entre bacterias y plantas autóctonas del desierto de Atacama

Para el estudio, liderado por la Dra. Dinka Mandakovic, se tomaron muestras de suelo y de microbiota de las plantas -tanto cerca como lejos de las raíces- y las asociaron a las bacterias que hay en este ambiente inhóspito.


 

Los microorganismos del suelo están en constante interacción con las plantas, y estas interacciones moldean la composición de las comunidades bacterianas del suelo, modificando su entorno.

Sin embargo, poco se sabe sobre la relación entre los microorganismos y las plantas autóctonas presentes en entornos extremos. Por eso, un estudio liderado por la investigadora del Centro GEMA, Genómica, Ecología y Medio Ambiente de la Universidad Mayor, Dra. Dinka Mandakovic, quiso describir la nueva biodiversidad de diferentes grupos de microbios y determinar cómo interactúan con las plantas en el lugar más árido del mundo: el desierto de Atacama.

Los científicos de distintas universidades analizaron 21 especies de plantas nativas organizadas en un gradiente vegetacional del transecto Talabre-Lejía en las laderas de Los Andes.

Así, en prepuna, puna y estepa trabajaron con 7 plantas nativas y sus réplicas para evaluar su microbiota cercana a las raíces y lo compararon con una microbiota lejana a las raíces para ver si había algún efecto de esta microbiota en las plantas, y también cómo las bacterias podían estar implicadas en la tolerancia de las plantas a esas condiciones desfavorables.

Contrario a la suposición inicial, los resultados del estudio revelaron que las interacciones entre los miembros de las comunidades microbianas del suelo no apoyan la hipótesis del gradiente de estrés, la cual predice que las interacciones positivas entre especies (principalmente plantas) se vuelven cada vez más importantes a medida que aumentan las condiciones de estrés.

“Es decir, a medida que nos acercamos a las zonas más hostiles del transecto como la estepa, cercana al volcán y a mayor altura o hacia la prepuna, que sería desierto absoluto, no hubo un aumento de las interacciones positivas entre las bacterias, sino que aumentaban las negativas”, explicó la investigadora.

También determinaron que las plantas nativas del desierto de Atacama modifican la disponibilidad de nutrientes en el suelo y promueven ajustes taxonómicos específicos de sus comunidades bacterianas asociadas y que los taxones microbianos clave en las interacciones (“drivers”) parecen ser buenos indicadores de las perturbaciones ambientales del estado del microbioma vegetal.

El trabajo contribuye a comprender cómo cambian las asociaciones entre plantas y microbios con las nuevas condiciones ambientales, dados los cambios climáticos actuales y las predicciones futuras de cantidades cada vez mayores de tierras áridas.

“Este ambiente extremo es muy hostil, de harta sequía y condiciones extremas en general. No nos interesaba solo identificar a las bacterias y las plantas que están tolerando estas condiciones desfavorables, sino evaluar cómo las bacterias estarían aportando a la tolerancia de las plantas”, comentó la autora.