¿Por qué subimos de peso en invierno? Especialista entrega algunas claves

La reducción de serotonina y la deficiencia de Vitamina D, aumentan la sensación de apetito. Esto, sumado a factores culturales como el consumo de sopaipillas, calzones rotos y picarones para “disfrutar” de la temporada, contribuirían a este incremento. Preparaciones como sopas desgrasadas, guisos y cremas de verduras, o alimentos ricos en proteínas y fibras, ayudarían a mantenernos saludables y a disminuir la sensación de frío.


Efectivamente, dice Rocío Martínez, académica de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Mayor sede Temuco, subimos de peso durante el invierno y se debe a que fisiológicamente el frío genera algunos cambios hormonales.

Es decir, precisa la nutricionista, “reduce los niveles de una hormona llamada serotonina y produce efectos corporales que demandan mayor producción de energía, lo que estimula la sensación de hambre y una mayor ingesta de alimentos, específicamente, alimentos altos en carbohidratos”.

A esto se suma otra variable: la poca exposición al sol durante el invierno que genera deficiencia de Vitamina D, aumentando la sensación de apetito y estimulando mayor acumulación de grasa.

Lo anterior, dice la especialista, “sumado a que culturalmente existen alimentos asociados a ‘disfrutar’ de esta época: sopaipillas, calzones rotos, picarones, etcétera, que se caracterizan por una alta cantidad de calorías (mucho mayor a lo que demanda el frío) y, además, la menor preocupación de las personas por mantenerse nutricionalmente saludables (a diferencia del verano) contribuyen a que se suba de peso en estos meses”.

Recomendaciones

Al respecto, la también directora del diplomado Coaching Nutricional, Fitness y Nutrición Deportiva de la Universidad Mayor, entrega algunas claves para no subir de peso y mantener una buena nutrición, a pesar del frío.

Ser conscientes de lo que se come y preferir alimentos naturales: prestar atención al comer, planificar a consciencia una alimentación diaria basada en alimentos reales, naturales y preparaciones elaboradas en el hogar. Ejemplo: verduras, legumbres y huevo, entre otros.

Disminuir la sensación de frío a través de alimentos y/o preparaciones que tengan alta temperatura, pero que sean nutricionalmente saludables o bajos en calorías: sopas y/o caldos (bajos en grasa y caseros), guisos de verduras y/o legumbres, crema de verduras, verduras salteadas, leche caliente, té o agua de hierbas sin azúcar.

Incluir alimentos que ayuden a aumentar la saciedad y reducir ansiedad: alimentos altos en proteínas, como huevos, pollo, pescados y quesillo, y alimentos ricos en fibra, como avena, legumbres, panes y cereales integrales y verduras.

Establecer horarios de alimentación y mantener porciones de alimentos: comer a horas establecidas y porcionar y/o medir siempre lo que se come, usando medidas caseras, como taza, cucharada, etcétera. Evitar el “picar” entre comidas.

Hidratarse adecuadamente: beber 2 litros de agua al día, ya que los sistemas de calefacción contribuyen a la deshidratación del organismo.