Salud mental adolescente, experto identifica señales de alerta a las cuales prestar atención

Ansiedad social y baja tolerancia a la frustración son algunos de los problemas que estarían enfrentado los jóvenes tras el retorno a la presencialidad en contexto de pandemia. Así lo indica Alexis Soto, director de la carrera de Psicología de la Universidad Mayor sede Temuco, quien recomienda encender las alarmas ante “cualquier conducta que no sea la esperable”.


“Hay algo que nos ha costado entender y es que todavía estamos en una pandemia, la que no solo ha traído costos sanitarios importantes, como pérdidas de vidas humanas, sino que también en salud mental”, dice Alexis Soto, director de la carrera de Psicología de la Universidad Mayor sede Temuco, poniendo el foco en los adolescentes.

Esto, porque vivieron y siguen experimentando cambios vertiginosos sin que nadie se haga cargo. “Muchos estudiantes se fueron en segundo medio a su casa y ahora volvieron a la universidad, pero ese espacio intermedio no se vivió, se perdieron los primeros amores, los primeros conflictos, de manera presencial”, remarca.

“Otros chicos”, agrega el académico, “que tenían 12 o 13 años regresaron a tercero medio y les exigimos que se ajusten a ciertas normativas sociales, que se comporten como grandes, cuando su última experiencia de interacción social se dio cuando eran niños. Es necesario que nos hagamos cargo de esto”.

Por lo mismo, propone generar instancias constructivas, comenzando con una disminución de la carga que tienen los adolescentes en la actualidad, con el fin de aliviar la presión que se está ejerciendo, por ejemplo, en el sistema educativo, dando más tiempo para los diálogos, las conversaciones y la interacción.

Pero, ¿cuándo se deben encender las alarmas? El experto señala que lo primero es comprender que hay tres situaciones que son fundamentales para los adolescentes y que guardan relación con su vida personal, familiar y entorno social.

Mientras en la primera debe haber una búsqueda de sí mismo, en la que se genere una manifestación de agrado o desagrado, por ejemplo, por uno u otro estilo, en la segunda es esperable que se aleje de la familia, coincidiendo en eventos puntuales. Mientras que, en el ámbito social, el adolescente modifica sus relaciones y es más selectivo en términos de con quién se junta y a dónde va.

Pero, nada de aquello ocurrió durante la pandemia, generando un cambio radical en esos tres escenarios, porque “todo lo que era el mundo social y el mundo familiar se vio alterado, puesto que el adolescente se vio obligado a convivir con la familia y se vio inhibido a generar una relación social con otros, porque no podía tenerla”, explica el psicólogo.

Entonces, agrega el experto, “este adolescente que debió haber entrenado estas condiciones durante los últimos dos años no lo hizo, por tanto, recién ahora se va dando este proceso, pero de manera bastante más simultánea y bastante menos fluida, muy rápido. Y en ese proceso se va cuestionando y en muchas ocasiones se desorienta en términos de cómo reaccionar frente a una determinada situación, porque no ha tenido este entrenamiento fluido que se debe dar a través del tiempo”.

Algunas señales

La recomendación para los padres y/o cuidadores es detectar a tiempo posibles cambios que se produzcan en la rutina del adolescente. Por ejemplo, si este ha sido habitualmente tímido, es probable que lo siga siendo, pero si comienza a ser excesivamente extrovertido, es un llamado la atención. Lo mismo ocurre en el caso inverso, si antes salía con varias personas y ahora no quiere hacerlo, es un signo de alerta.

“Cualquier conducta que no sea la esperable, que no sea la habitual del adolescente, nos tiene debe llamar la atención. Pasa que el adolescente suele ser bastante contestatario con los papás, reclama, no está de acuerdo, se opone, y cuando vemos que el adolescente comienza a ser tremendamente complaciente con los padres, tenemos que ver cuál es la situación y por qué se está produciendo”, indica el director Soto.

Uno de los principales problemas que están evidenciando los profesionales del área es la ansiedad social, en donde al adolescente le cuesta mucho interactuar con otras personas. “Este efecto de la pandemia”, explica, “se traduce en que prefieren estar solos, porque les da bastante ansiedad exponerse públicamente, ya que la fase de autonomía, de identificación personal que se daba de manera gradual, ahora se da de manera abrupta, entones el adolescente evita exponerse frente a los demás, le da temor, nosotros vemos en quienes padecen esta ansiedad de manera tan regular que genera un sufrimiento”.

Un segundo elemento que se observa hoy es la baja tolerancia a la frustración o a la resolución inmediata de los temas. “Este fenómeno que podríamos llamar del delivery, en donde las cosas nos las traen, donde los demás hacen las cosas por nosotros, hace que también se dificulte el que yo tenga que trabajar para obtener algo, y esa sola situación hace que, efectivamente, en este retorno a lo presencial, a lo interaccional, yo también quiera que los demás me resuelvan las cosas y al no ocurrir eso me es molesto, no tolero esa demora, esa inacción. Por tanto, pueden aparecer elementos de violencia, inclusive, cuando las cosas no salen como yo quiero”, alerta el especialista.  

“Hoy día hemos visto varios fenómenos de violencia en los colegios y que están muy anclados a esta situación de querer obtener algo en un corto plazo y sin tener la posibilidad de negociar con el otro. Es lo que yo quiero, cuando yo quiero y como yo quiero y no estoy dispuesto a transar con nadie”, añade.

¿Qué puedo hacer?

Según señala el experto, esta época de pandemia ha puesto en jaque a las familias y a los colegios, en términos de cómo acercarse a los adolescentes que están en una situación que es distinta, donde uno de los elementos fundamentales tiene que ver con tratar de establecer espacios de comunicación.

Pero, hay que tener en consideración que “el adolescente no conversa en cualquier espacio. Algunas veces las conversaciones profundas se dan de camino a un lugar o un rato antes de dormir. Cuando ellos sienten la necesidad de diálogo lo hacen sin generar una preparación. Los adultos tendemos a tratar de generar un espacio de diálogo y ese espacio, en algunas ocasiones, termina siendo amenazante para el adolescente, porque no sabe hacia dónde va la conversación. En cambio, cuando se da en un contexto informal, el adolescente tiende a protegerse menos y a dialogar con mayor fluidez”.

Los papás tenemos muchas veces la costumbre de transformar las conversaciones en interrogatorios, con muchas preguntas, y el adolescente elude muchas veces el interrogatorio. Entonces, debemos tratar de comunicarnos en el lenguaje de ellos, y el lenguaje de ellos no es usar sus palabras, es simplemente no interrogarles, ir a su tiempo y ritmo y poniendo atención a cosas que podrían ser superfluas, pero que finalmente abren la puerta para que este vaya conversando sobre otras cosas”, concluye.