Ojo con el crecimiento

Claudia Santibáñez, directora de la carrera de Ingeniería en Medio Ambiente y Sustentabilidad de la Universidad Mayor, escribe opinión el 14 de noviembre en El Mostrador.


Es evidente que el crecimiento constante amenaza tanto el bienestar social como el ambiental.

El conflicto perenne entre el medio ambiente y el crecimiento económico sigue siendo una preocupación central en nuestra sociedad.

Por un lado, los defensores del crecimiento insisten en su esencialidad para la economía, promoviendo industrias como la minería, la construcción y la manufactura. Por otro, ecologistas y comunidades locales cuestionan la viabilidad de un crecimiento ilimitado.

Este enfrentamiento refleja una lucha arraigada en la separación tradicional entre fines y medios en la modernidad.

Mientras el conflicto se profundizaba, surgió la visión del “desarrollo sostenible” como una forma de reconciliar el crecimiento económico con las preocupaciones medioambientales. Sin embargo, hace una década, emergió un concepto provocador: el “decrecimiento”, que no se limita a una mera recesión económica ni a la disminución de la riqueza, sino que implica un replanteamiento fundamental de cómo organizamos nuestra sociedad.

El decrecimiento propone límites colectivos y una economía centrada en la reproducción y el cuidado en lugar de la expansión sin fin. Aboga por una sociedad menos intensiva en recursos y más democrática, donde las alternativas locales y sistemas sostenibles tengan un papel central. Se enfoca en la redistribución y la reducción del trabajo asalariado, abogando por una economía del cuidado que valore el trabajo no remunerado. Además, propone un cambio en la forma en que gastamos el excedente social, priorizando la comunidad y el bienestar en lugar del consumo excesivo.

Es evidente que el crecimiento constante amenaza tanto el bienestar social como el ambiental. Entonces, el decrecimiento emerge como una alternativa para liberarnos del capitalismo y del productivismo desenfrenado. A medida que el crecimiento se acerca a sus límites, podemos sembrar las semillas de una transformación hacia un sistema más sostenible mediante prácticas y cambios institucionales.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que la transición hacia el decrecimiento no será sencilla. Requerirá cambios institucionales profundos y una mayor democratización de la sociedad. La gobernanza a escala global será esencial para abordar cuestiones como el cambio climático y el libre comercio, ya que un solo país no puede escapar de las fuerzas económicas mundiales.

El decrecimiento nos invita a imaginar un mundo diferente, donde el bienestar social y ambiental ocupen un lugar prioritario. En lugar de luchar por megaproyectos que no encajen en nuestra visión sostenible, podemos abrazar el decrecimiento como una alternativa valiente para construir un futuro más equitativo, sostenible y humano.

Es hora de prestar atención a este llamado y actuar antes de que sea demasiado tarde, forjando un mundo mejor para las generaciones futuras.

Claudia Santibáñez
Directora de la carrera de Ingeniería en Medio Ambiente y Sustentabilidad de la Universidad Mayor.