Reconocimiento//Conoce al Alumni U. Mayor que fue elegido uno de los 5 mejores profesores de Chile en 2018

Ruperto Pizarro egresó de nuestro plantel en 2005 y hoy, trabajando en una escuela de Vicuña, compite por obtener el Global Teacher Prize, también conocido como “el Nobel de los profesores”.

 

A 5 kilómetros de Vicuña (Región de Coquimbo) se encuentra Peralillo, una localidad del Valle del Elqui con apenas 978 habitantes, quienes en su mayoría se dedican a actividades agrícolas como la cosecha de uva.

Es desde ese lugar donde Ruperto Pizarro Leyton (50), titulado de Pedagogía en Educación Básica de la Universidad Mayor, quiere ser un aporte en la formación de niños y adolescentes, por medio de metodologías de enseñanza innovadoras como el humor y la etnomatemática.

Desde Peralillo, además, este profesor, egresado de las aulas U. Mayor en 2005, postula actualmente al Global Teacher Prize Internacional -también conocido como “el Premio Nobel de los profesores”-, un reconocimiento que la Varkey Foundation entrega cada año con el fin de relevar la profesión docente y celebrar a los mejores profesores del mundo.

Y hasta el momento Ruperto va muy bien encaminado: en la edición local del premio, ya fue seleccionado como uno de los cinco mejores profesores de Chile, lo que a la vez, le permite estar nominado a la versión internacional del galardón.

“Esto me llena de gratitud y asombro, porque muchas veces uno no se da cuenta de los efectos que está produciendo al estar enseñando”, dice al teléfono desde su lugar de trabajo, la Escuela Edmundo Vidal Cárdenas, donde además de ser el director, hace clases de Matemática.

- ¿Quién lo postuló al Global Teacher Prize Chile y por qué decidieron hacerlo?

“Me postuló el jefe técnico de la Escuela, y luego se sumaron estudiantes, apoderados y colegas. Lo que ocurre es que utilizo varias estrategias dentro del aula. La primera es el humor. En nuestra escuela, el 89% de los alumnos es vulnerable, por lo que una de mis primeras metas es lograr una sonrisa en los estudiantes. Por eso muchas veces hago voces, imito personajes y uso títeres. Cuando ya siento que estoy conectado con los estudiantes y sus emociones, puedo comenzar a enseñar, por complejo que sea el objetivo. Y lo logramos. Esto ha dado muy buenos resultados”.

- Usted también utiliza la etnomatemática. ¿En qué consiste?

“Es el trabajo de la matemática articulada con la cultura local, regional o nacional. Aquí, por ejemplo, se hacen churrascas. Una apoderada nos dio la receta y nos dijo cómo prepararlas, y a partir de eso pudimos trabajar las fracciones; sacamos toda la matemática que hay en la churrasca, porque cocinar tiene una cantidad de matemática impresionante, así como la vida, el entorno, las construcciones. Eso lo articulo y pasa a ser muy significativo para los estudiantes, porque es parte de su vida”.

- La matrícula en su establecimiento ha aumentado un 81% en los últimos cinco años. ¿A qué lo atribuye?

“Al equipo de trabajo, que es maravilloso. Todos trabajamos en función de los estudiantes, porque como el índice de vulnerabilidad es alto, esto nos permite realizar más acciones que solo enseñar. Nos permite ayudar, por ejemplo, en temas de vestuario, alimentación y afectos. Tenemos muchos niños que son hijos de temporeros. De hecho cuando llegué acá, una de mis primeras preguntas a los estudiantes fue ‘niños, ¿qué quieren ser en la vida?’, y muchos decían ‘cortar uva’. Resulta que sus padres trabajan en la uva y antes lo hicieron sus abuelos… Eso significó que tuviéramos que comenzar a hacer charlas motivacionales.

Y ese es otro tema interesante: aumentamos la autoestima de los estudiantes, en lo personal y luego en lo académico, así ellos se empiezan a ver diferente. Nos dimos cuenta de que les gustan los espejos, así que pusimos un espejo en cada sala, donde se miran, se arreglan, se aceptan. Luego empezamos a trabajar la autoestima académica. Eso hizo que los resultados hayan mejorado mucho. Desde el 2014 estamos con excelencia académica”.

- ¿Qué otros aspectos son esenciales a la hora de enseñar?

“Conocer los intereses de los estudiantes, recorrer el barrio, ver el contexto y salir a dar una vuelta. Lo primero que hice cuando llegué al Valle del Elqui fue salir a observar; hablaba menos y observaba más, porque a veces como profesores hablamos harto (ríe). También es interesante llegar a ellos por las emociones; la neurociencia hoy es fabulosa en esto. Cuando logramos esa conexión por medio del humor y las emociones, está dado el éxito de la clase. Como profesores también tenemos que entender que lo que estamos enseñando, nosotros ya lo sabemos, por lo tanto aquí los protagonistas tienen que ser los estudiantes”.

- ¿Qué puede destacar de la formación que recibió en la U. Mayor?

“Una de las asignaturas que me gustaba mucho era la de Servicio a la Comunidad, en la que como docentes pudimos influir en las personas. Eso fue una de las cosas fundamentales. Por otro lado, el nivel de los académicos es fabuloso. Nos permitían ir más allá con la investigación y el emprendimiento. Yo agradezco eso. De hecho, hice mi tesis en Educación Tecnológica y se llamaba ‘Aprender a emprender’, y nuestro establecimiento hoy día tiene como eslogan ‘Emprendiendo con saberes’. Entonces también ha servido de inspiración, porque la U. Mayor es para espíritus emprendedores”.