¿Reaccionar con China o contra China?

Columna de opinión publicada por La Tercera el 5 de diciembre de 2020

Con asombro he visto, como resultado del anuncio de inversiones chinas en el sector eléctrico (considerado estratégico), la reacción de los diputados Jaime Naranjo (PS) y Miguel Mellado (RN) de presentar un proyecto de ley que involucre la participación del Congreso en la toma de decisión. Con asombro, desde que la inversión ha sido y es central en el proceso de crecimiento y desarrollo de nuestro país y parte sustantiva del multilateralismo, al cual adscribimos.

No cabe duda que la razón ha sido el anuncio de la compra del 96,04% de CGE por parte de la compañía State Grid; corporación que tiene inversiones en ocho países (Brasil, Filipinas, Portugal, Australia, Italia, Grecia, Omán y Chile, además de China), con 23,2 billones de dólares en inversión y capital social extranjero de aproximadamente 65 millones de dólares.

Esta operación, en la cual no existe neutralidad, está en un contexto post crisis subprime (2008), del euro (2010) y Covid-19, en las cuales China se ha transformado en el motor de la globalización. En realidad, es una operación que cierra un ciclo e inicia uno nuevo. Efectivamente, China, primero con el primer Libro Blanco de 2008; pasando desde informar a la interacción de comunicarse con nuestra región, comunicó que tendría un rol que cumplir, intentando además modificar los prejuicios elaborados sobre la Teoría de la Amenaza China. Segundo, con establecimiento del Foro China-CELAC en 2014, institucionalizando las relaciones, estableció una relación birregional que permitió, un año más tarde, en la I Reunión Ministerial Foro China-CELAC (en Beijing), anunciar que a lo largo de una década se incrementaría el comercio con nuestra región a US$ 500.000 millones, así como la promoción de inversiones por US$ 250.000 millones. No recuerdo las voces contrarias a estos anuncios. Tercero, con el segundo Libro Blanco de 2016, estableció los intereses, canales y jerarquización en la relación bilateral entre ellos y nuestra región (y Chile), donde, incorporando ya las ideas del rejuvenecimiento chino, establece la integración y cooperación sobre la base de una relación 5 en 1 y el nuevo 1 (Plan de Cooperación) + 3 (Comercio, Inversión y Finanzas) + 6 (Energía, Recursos Naturales, Infraestructura, Innovación Científica, Tecnología de Innovación y Agricultura).

No es factible ser “naive” y pensar en una relación simétrica con un actor como China, como tampoco lo fue, en su momento, con Europa y luego con Estados Unidos. Parafraseando a Robert Keohane, en toda cooperación existe hegemonía y en toda hegemonía existe cooperación. De este modo, las aprehensiones surgidas, sí trascienden la economía y abren un espacio para la reflexión política y de seguridad. Sin embargo, tampoco se puede tener una doble lectura sobre que las inversiones son un pilar multilateralismo, al cual hemos adscrito y del cual seguiremos dependiendo.

De esta forma, la incorporación de China a intereses de SQM, CGE y Chilquinta, en la construcción de trenes para el tramo Chillán-Santiago, así como en la concesión del tramo Talca-Chillán (Ruta-5), debe ser entendido como el comienzo de una institucionalidad paralela a la que hemos estado, hasta ahora, determinados. Es el comienzo de la lógica OBOR, con el cual debemos aprender a interactuar. Frente a esta realidad, yo no plantearía la relación con China desde la perspectiva de la Teoría de la Amenaza; sino que, sobre la base del respeto de las reglas del comercio internacional, necesitamos expertos en China que conozcan sobre aspectos legales, políticos, sociales y culturales. Por eso, no creo que se debería tener una posición contra China, sino que con China.

Rodrigo Álvarez Valdés
Doctor en Estudios Latinoamericanos
Académico de la Escuela de Periodismo
U. Mayor