Emprendimiento e Innovación para el futuro

Revisa la siguiente columna de opinión.


Diferentes autores señalan que la actitud empresarial es una competencia para toda la vida, relevante para el desarrollo profesional, desde la creación de startups, hasta el diseño de modelos de innovación social. La mentalidad de emprender (“entrepreneurial mindset”) es, entre otras, aprovechar oportunidades de negocios, tener una visión ética y de sustentabilidad, asignar recursos escasos, aprender a través de la experiencia, planificar y gestionar, etc., aspectos relevantes para la vida profesional, tanto de empleados que innovarán en sus lugares de trabajo, como emprendedores que crearán sus empresas.

Consistentemente, en países europeos y asiáticos, esto comienza en la educación primaria y/o secundaria, abarcando cursos específicos de emprendimiento en algunos casos, pero siempre con transversalidad en los planes curriculares para el desarrollo de estas habilidades; trabajo grupal, capacidad de síntesis, exponer en público y visitas a empresas.

Esto se transforma posteriormente en la vida laboral en un capital social que también apalanca a las PYMEs, para fortalecer sus modelos de negocios, aparte de generar esta cultura de creación de empresas (startups). Los beneficios y externalidades son múltiples: desde lo micro-empresarial, planificar las finanzas de una empresa correctamente y que esto redunde en lo mismo en la vida personal, acceder a servicios y productos de mejor calidad y el escalamiento de empresas (complejizarlas).

Desde el punto de vista macro, esto contribuye al empleo y a mejorar su calidad, y de mayor envergadura será este cambio si en las etapas iniciales del aprendizaje escolar se incorporan estas habilidades de emprendimiento.

También con políticas públicas adecuadas se debería permitir un desarrollo económico descentralizado para lo cual hay que seguir contribuyendo a las instituciones que dan soporte a este ecosistema de innovación (CORFO, Sercotec, Universidades, Centros de Investigación). Pero también hay "cuellos de botella" para este desarrollo del emprendimiento.

Diferentes estudios empíricos señalan que en países en desarrollo no se verifica que las actividades de emprendimiento tengan un impacto significativo en el crecimiento económico, como si lo es en economías avanzadas. Y hay varias razones que explicarían este fenómeno; la variable cultural educativa que actúa como barrera; a pesar de que el desarrollo de esta mentalidad de emprendimiento también impacta positivamente a las ciencias sociales, la presencia de incumbentes no dispuestos a innovar por falta de competencia en algunos mercados, el requerimiento de una mayor sofisticación en las áreas que ya se innova (en productos y servicios “diseñados” en las áreas de ingeniería y negocios) y la siempre no cercanía entre empresas e instituciones de educación.

En cuanto al desarrollo de PYMEs, existe un mediano-bajo nivel de complejidad productiva debido a relaciones comerciales no siempre virtuosas con sus grandes compradores, y a una lenta integración de la innovación en sus procesos (se requiere capital humano más avanzado); y por tanto no es solo una restricción de financiamiento hacia este sector.

A pesar de la pandemia, la sociedad debe mirar hacia el futuro. En la actualidad el emprendimiento por cuenta propia (formal e informal) se ha multiplicado varias veces por la magnitud de esta crisis (carencia de ingresos, subsistencia), y las micro-firmas que tengan un plan de negocios (una lógica consistente) deberán ser apoyadas por las agencias locales de desarrollo (estatales y no-estatales) para que puedan escalar y desarrollarse con los consiguientes efectos positivos en el empleo.

Con el regreso hacia cierta normalidad, la informalidad debería reducirse lentamente, y esta debería ser absorbida por el crecimiento formal del empleo. Otro punto para destacar es el gasto en investigación y desarrollo (R&D).

China acaba de anunciar que su gasto en R&D (en pandemia) aumentará en un 10% respecto al año anterior llegando al 2,4% del PIB, en concordancia con R&D de Estados Unidos. Esto se debe a que la conciencia societal en China de que la complejización en los modelos de negocios (modos de producción, procesos, servicios, tecnología) es la llave de la economía del futuro. Chile gasta sólo 0,36% del PIB, mientras la media OCDE es 2,38% del PIB.

Claramente los efectos en la economía de este gasto en R&D no son lineales, y se requiere una mejor articulación pública-privada para incrementar este ratio, para que continúe la necesaria complejización productiva en los diferentes sectores económicos de la economía chilena: desde una propuesta de servicios de mayor valor agregado en los sectores ligados a recursos naturales, hasta la producción de bienes de mejor calidad derivados de innovaciones incrementales en los clusters productivos.

Francisco Castañeda
Director de la Escuela de Negocios
U. Mayor