El asedio de la democracia

Rogelio Rodríguez, docente del Núcleo de Formación General U. Mayor, analiza las obras "La revancha de los poderosos" de Moisés Naím y "El ocaso de la democracia" de Anne Applebaum; y comenta que "los regímenes y movimientos autoritarios utilizan todos los medios para conquistar, mantener y acrecentar el poder en las sociedades". Iniciativalaicista.cl, 1 de julio de 2022


Dos obras recientes nos llaman la atención sobre el asedio a la democracia por parte de regímenes y movimientos autoritarios, surgidos en diferentes zonas del planeta y mostrando diversos colores políticos, que utilizan todos los medios a su alcance para conquistar, mantener y acrecentar el poder en las sociedades.

A los líderes de estos movimientos, los denomina Moisés Naím - en su libro La revancha de los poderosos (Debate, 2022)- "Los autócratas 3P", ya que emplean como fórmula de campaña las estrategias del populismo, la polarización y la posverdad.

Conocida es la definición que otorga Churchill al sistema democrático: "Es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás". Preferimos nosotros, sin embargo, la definición acuñada por Karl Popper: "Es el régimen político en el cual se pueden sacar a quienes están en el poder sin derramamiento de sangre". En efecto, los golpes de Estado y las revoluciones siempre acarrean sangrientos enfrentamientos entre los miembros de una comunidad.

Naím nos recuerda los requisitos de la democracia: elecciones libres, transparentes e informadas que conduzcan a periódicos cambios de gobierno, respecto del Estado de derecho y de los derechos de las minorías, sometimiento a los controles institucionales apropiados por parte de uno de los tribunales y parlamentos que no estén controlados por el ejecutivo, presencia de medios de comunicación libres e independientes.

Sin recurrir a golpes de Estado ni a derrocamientos revolucionarios, los actuales aspirantes a autócratas simulan aceptar y someterse a estos requisitos fingen ser demócratas, al tiempo que socavan subrepticiamente los principios democráticos. "El poder de las tres pes es un poder perverso, incompatible con los valores democráticos que constituyen la base de cualquier sociedad libre. Se esconde hasta que deja de necesitarlo. Entonces ataca. Y, cuando se quita el manto del sigilo, a menudo es demasiado tarde."

De Varsovia a la Paz, de Nueva Delhi a Washington, de Ankara a Caracas - entre otros ejemplos que trae en su libro Naím - se manifiesta la intención política que ansía el poder autoritario: el asalto a la capacidad de supervisión del poder legislativo, o a la función vigilante de los medios de información, o a la independencia del sistema de justicia, o a los mecanismos básicos de control que impiden un poder ejecutivo ilimitado.

"Dadas las condiciones adecuadas, cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia", nos advierte por su parte Anne Applebaum. Las páginas de su libro El ocaso de la democracia (Debate, 2021) son toda una campanada de alerta frente a la irracionalidad que parece brotar en diversos sistemas políticos. La autora recoge -al igual que Naím- ejemplos variados de nuestro tiempo: las maniobras de Trump en USA, el Brexit en Reino Unido, los regímenes autocráticos en Polonia y Hungría, la demagogia de Bolsonaro, la expansión del lepenismo francés y de Vox en España.

"El autoritarismo es algo que atrae simplemente a las personas que no toleran la complejidad: no hay nada intrínseco "de izquierdas" o de "de derechas" en este instinto. Es meramente antipluralista; recela de las personas con ideas distintas, y es alérgico a los debates acalorados. Resulta irrelevante que quienes lo tienen deriven en última instancia su postura política del marxismo o del nacionalismo. Es una actitud mental, no un conjunto de ideas".

La democracia, con su pluralismo, siempre ha sido estridente. Montesquieu decía que para saber qué régimen político tenía una sociedad había que acercar el oído: si todo era calma y silencio, allí imperaba una dictadura ; si se escuchaban voces discordantes, gritos de protesta y ruidos de disensión pública, allí había democracia. Sin embargo, es precisamente este alboroto de los debates, el permanente rumor del desacuerdo y de las diversas opiniones lo que irrita a las personas que prefieren vivir en una sociedad unida por un solo relato. El autoritarismo, entonces, no es tanto una idiologia sino una predisposición.

Así como en la antigua Roma, César hizo que los escultores reprodujeran múltiples versiones de su imagen con el propósito de que en todos los rincones del imperio la gente le rindiera culto, hoy los líderes autoritarios recurren a escritores intelectuales, panfletistas, blogueros, asesores de comunicación política, productores de programas de televisión y creadores de memes para que vendan su imagen a la opinión pública. "Los autoritarios necesitan gente que promueva los disturbios o desencadene el golpe de Estado. Pero también necesitan a personas que sepan utilizar un sofisticado lenguaje jurídico, que sepan argumentar que violar la Constitución o distorsionar la ley es lo correcto. Necesitan a gente que dé voz a sus quejas, manipule el descontento, canalice la ira y e miedo e imagine un futuro distinto".

Asimismo, la desintegración de la democracia occidental requiere pensadores, intelectuales, periodistas, escritores y artistas que socaven nuestros actuales valores y luego diseñen el nuevo sistema; necesita la aplicación de técnicas de marketing y campañas en redes sociales. Se urden pequeñas o medianas mentiras (no necesitan ser grandes) que incrementan la polarización, indica Applebaum. Es el tiempo de la posverdad, señala Naím.

La posverdad se diferencia de las mentiras políticas (estás últimas han existido desde siempre). Es, más bien, un empleo estratégico de la confusión, un ataque contra el sentido de la realidad que se comparte en una sociedad. Como escribe Moisés Naím: "No consiste en propagar esta o aquella mentira, sino en destruir la posibilidad de que se pueda decir la verdad en la vida pública (...) Se trata de una situación que surge en la vida pública cuando la línea divisoria ente los hechos y el conocimiento por un lado, y las creencias y las opiniones, por un lado, y las creencias y las opiniones, por otro, se desvanece, o al menos cuando se utilizan de manera indistinta con tanta frecuencia que deja de haber un acuerdo sobre las líneas divisorias".

Es, aunque parezca paradójico, la explosión de información que recibimos permanentemente -sobre todo a través de los medios digitales y las redes sociales- lo que origina unas inéditas oportunidades para el engaño, la manipulación y el control, permitidas por la posverdad, por parte de los líderes autocráticos enemigos de la democracia.

Otra fórmula del asedio antidemocrático es la expansión de teorías conspiranoicas en la esfera pública. Una teoría conspiranoica es propagada, primero, por un partido político como plataforma central de su campaña electoral, y luego, por un partido gobernante con toda la fuerza de un aparato estatal moderno y centralizado tras él. Así se imponen los demagogos.

"El atractivo emocional de una teoría conspiranoica reside en su simplicidad. Explica fenómenos complejos, da razón del azar y los accidentes, ofrece al creyente la satisfacción sensación de tener un acceso especial y privilegiado a la verdad”, nos instruye Anne Applebaum. Y agrega que a los individuos de predisposición autoritaria los mueve también la “nostalgia restauradora”.

Los nostálgicos restauradores son artífices de mitos, constructores de monumentos y fundadores de proyectos políticos nacionalistas. Quieren reconstruir el hogar perdido, no reconociendo los inconvenientes del pasado. Vislumbran los valores de la democracia y su apertura a la inmigración, a la diversidad sexual, al laicismo en la sociedad con pesimismo apocalíptico. “No es casual que la nostalgia restauradora a menudo vaya de la mano de las teorías conspiranoicas y las `mentiras medianas´”.

Las advertencias contenidas en estas obras merecen una seria atención. No hay nación en estos días en que no se sientan soplar, más distantes o más cercanos, los vientos del autoritarismo. En USA, como también en Europa y, ciertamente, en nuestra América Latina, la democracia enfrenta hoy retos urgentes y severos. De que logre superarlos con éxito dependen muchas cosas en nuestras futuras sociedades.

Rogelio Rodríguez, docente del Núcleo de Formación General U. Mayor