Ser o no ser pareja: esa es la cuestión

Dominique Karahanian, psicóloga y académica U. Mayor, escribe columna de opinión Ritmomedia.io, el 19 de julio de 2022


En una conversación casual, una amiga me comentó que había abierto su relación. Aunque su pareja dudó en un primer momento, ella estaba radiante con su nueva decisión. Y es que sabía que necesitaba un nuevo aire en términos sexuales, a pesar de estar enamorada de su vínculo actual.

Meses después le pregunté cómo iba la relación abierta. Para mi sorpresa, me dijo que no era tan divertida como lo había pensado. Se dio cuenta que estar sexualmente con otras personas no la hacía sentir plena. “No soy tan progre”, comentó con ironía.

Como soy curiosa -y comencé a re-pensar qué significa ser pareja desde entonces-, recordé un libro que leí hace años: “La historia de la pareja” de Jean-Claude Bologne, donde se hace un recorrido histórico de la evolución de los vínculos amorosos desde la antigüedad hasta el presente. Tradicionalmente menciona que la pareja ha sido estudiada a través del prisma del matrimonio, rechazando otras formas, como la convivencia, el amor libre, las amistades exclusivas, entre otros.

En su libro, Bologne plantea que las uniones se cristalizaron gradualmente en torno a la noción de amor, heredada de una concepción cristiana y excluyente de lo que es la pareja. Esa alianza que parecía ser indisoluble hizo que la pareja ideal se configurara como un vínculo duradero. Mis abuelos -por ejemplo- duraron 65 años, hasta que uno de ellos murió. Si se elegía a alguien, eso era para toda la vida (claro, la letra chica de ese entonces era que ese “toda la vida”, era a lo sumo hasta los 40 años).

Así, el matrimonio se ha ensalzado como la gran forma de vivir en pareja, a pesar de estar cada vez más en desuso y ser, por ahora, una de las menos deseadas.

Sin embargo, Bologne plantea que si bien la institución del matrimonio está en crisis, la pareja como forma de socialización nunca ha estado tan en auge.

Entonces, ¿Qué es la pareja? ¿Cómo se forma? ¿En qué contexto cultural se inserta? No hay que ser psicólogo para darse cuenta que esta concepción tradicional cambió, que las personas más jóvenes se han despercudido de etiquetas añosas y que prefieren no ponerle nombre a las cosas. Una situación que a los más viejos nos desespera, porque para nosotros lo que no es nombrado, no existe.

Le pregunté a un avezado y famoso psicoterapeuta de parejas sobre cómo trabajaba con parejas de la comunidad LGBTIQ+ o con las que no se encasillaban en el concepto “tradicional” y me respondió, tal vez avergonzado, o desafiado; que prácticamente sólo atendía a personas heterosexuales. ¿Qué pasa con ese grupo cada vez más grande que no se identifica con aquello? ¿Acaso la misma psicología los margina? ¿De qué manera se abordan sus problemas si no existen modelos de trabajo en estos casos?

No tengo respuestas, sólo más preguntas. Sostengo que ser pareja o estar en pareja, parafraseando a Coddou y Méndez (2006), responde a un orden sociocultural más que un amor romántico o maduro. ¿No es curioso, al menos, que las personas -casi al unísono- decidan irse a vivir juntas o casarse cerca de los 30 años? ¿Por qué no antes? ¿O después? ¿Es necesario si quiera vivir con el otro? ¿Se trata de una prueba de amor el hecho de estar 24/7 con el ser amado? ¿Es requisito el amor para estar en pareja?

Para mi amiga que quiso ser poliamorosa, sí. Pero para cuantos otros no. Quizás, queremos compañía, o conversar, o reflexionar, o ver una película o serie, o buscamos un compañero de viaje o simplemente alguien con quien satisfacer el deseo sexual, tan diverso y cambiante. Como sociedad, nos invito a repensar qué pasa con este contexto cultural y cómo influye en lo que entendemos por ser pareja. ¿Estamos interesados en serlo? ¿O lisa y llanamente nos vemos empujados a serlo? La buena noticia es que siempre podemos cambiar de parecer.

Dominique Karahanian,

Psicóloga y académica U. Mayor