Motivar desde una escuela con sentido

Columna de opinión publicada el 19 de enero en el diario El Mercurio


 

Existe preocupación de cómo motivar a los estudiantes para aprender en tiempos de pandemia. Sin embargo, antes del COVID-19, ¿estaban nuestros estudiantes motivados por aprender? ¿Eran fectivos sus aprendizajes?

Indudablemente, la pandemia ha afectado la motivación y el aprendizaje, acrecentando problemáticas que se arrastran hace décadas.

En primer lugar, existe una gran cantidad de objetivos de aprendizaje que requieren de un sinnúmero de contenidos, lo que genera un currículum abultado y que depende en gran medida de la exposición de contenidos.

En segundo lugar, la estructuración de asignaturas dificulta la integración del conocimiento. Esta segmentación provoca una visión parcelada que impide el análisis de la realidad desde la complejidad. A esto se suma la valoración social que tienen ciertas asignaturas por sobre otras, lo que incluso ha llevado a propuestas durante la pandemia para priorizar algunas por sobre otras. Pero en tiempos de angustia, estrés, incertidumbre y encierro, ¿no debieran ser las artes y la actividad física las asignaturas a potenciar? ¿O es que en tiempos tan complejos como los actuales seguimos focalizándonos en el SIMCE?

En tercer lugar, es necesario considerar que la motivación por el aprendizaje nace también cuando esta posee un sentido para el aprendiz. Repetir conceptos y definiciones que no se aplican en la vida cotidiana devienen en aprendizajes enciclopédicos, que se aprenden para una prueba, pero que se olvidan al otro día.

Resulta paradójico que, después de 12 años de educación obligatoria, exista un alto número de analfabetos funcionales o de personas que creen que la tierra es plana. Aún más grave resulta en nuestro contexto de pandemia que, después de pasar más de una década en la escuela estudiando las ciencias naturales, no seamos capaces de seguir normas de higiene o persistan creencias en contra de las vacunas. ¿Podría motivar una escuela que no genera aprendizajes para la vida? ¿Podría hacerlo una unidad de aprendizaje cuando su única aplicación es responder una prueba para tener una nota?

No es que la escuela enseñe cosas erradas, sino que enseña tantas cosas que no logra focalizarse en aspectos realmente importantes. La presión de las pruebas estandarizadas genera un foco en aquello que es medible, pero que no necesariamente resulta útil para vivir la vida. El verdadero aprendizaje no consiste en acumular contenidos, sino en aplicarlos a la vida cotidiana y reflexionar de manera crítica para construir un proyecto de vida personal y colectivo.

Requerimos con urgencia repensar la escuela. La motivación no nace por entretener a los estudiantes, sino desde una educación que nos haga sentido y prepare para la vida, una vida con altos y bajos, que se tensiona entre las certezas promisorias del conocimiento y la incertidumbre del devenir de la humanidad. Una vida en la que ocurren catástrofes y pandemias, pero que también tiene alegrías y razones de ser,

donde la colaboración y el respeto por los derechos de los otros se transforma en una convivencia armónica y solidaria.

Para lograr esto, necesitamos partir por repensar el currículum y centrarlo en habilidades que permitan abordar la realidad de manera holística y no fragmentada, que integre el desarrollo socioemocional y el conocimiento de sí mismo en cada uno de los objetivos. Las emociones no son un extra, sino que son intrínsecas al ser humano y al aprendizaje. No hay que olvidar que primero sentimos, luego aprendemos.

Por consiguiente, se requiere superar la exposición de contenidos para implementar metodologías desafiantes, acordes a la vida real, tales como la Gamificación, el Aprendizaje Basado en Proyectos, el Aula Invertida o el Aprendizaje Basado en Problemas. Estas metodologías permiten a los estudiantes ser protagonistas del aprendizaje, propiciando el trabajo colaborativo y aplicándolo a contextos reales y de su propio interés.

Transformemos la escuela para que la motivación nazca del sentido.

 

Patricio Abarca

Director de la Escuela de Educación U. Mayor