Insulza por Arica: esa vieja política que debe terminar en Chile

Columna publicada por El Mostrador el lunes 28 de agosto de 2017.

“He afirmado una y mil veces que solo seré candidato por Atacama”, la frase expresada por José Miguel Insulza, a menos de 48 horas de que se inscribieran las candidaturas, se convirtió en una especie de emblema representativo de esa vieja guardia que ha dirigido por casi cuatro décadas la política chilena.

El ex secretario general de la OEA notificaba de esa forma, a la cúpula del PS, que no estaba dispuesto a aceptar que lo cambiaran de la circunscripción que él mismo había decidido representar en el Senado. Así de simple, Insulza escogió el lugar y se puso a hacer campaña, sin tomar en consideración –por lo visto– ni la opinión de su partido, ni menos de los militantes de esa región. ¿Por qué los atacameños podrían pensar en llevar a uno de los suyos si hasta el día de hoy tienen como parlamentaria a otra militante ilustre llegada desde Santiago? Por lo demás, Isabel Allende, repentinamente, había decidido que ahora quería ser senadora por la Quinta Región. Punto final al amor declarado desde 2009 a Atacama. La hija del Presidente Salvador Allende antes también representó al ex Distrito 9 (Cuarta Región) y al 29 en la Región Metropolitana. Los amores en política son breves, por lo visto.

La advertencia de Insulza encendió las alarmas en el PS. Todavía estaba fresco el recuerdo del duro impasse que significó la bajada de Ricardo Lagos de la carrera presidencial. El partido en cierta forma había quedado fracturado, por lo que darle un nuevo golpe a otro “histórico” podía significar que un grupo se rebelara contra la directiva encabezada por Elizalde y terminara por disminuir su entusiasmo en la campaña de Guillier. Y comenzaron las negociaciones internas y los reacomodos de candidatos. Total, era cosa de mover las piezas del ajedrez desde Santiago.

El propio presidente del partido “ofreció” su cupo en la Séptima Región –también elegido por él meses antes– para evitar el nuevo quiebre interno. El único que se restó de esta negociación fue Camilo Escalona, quien ahora espera representar a los habitantes de la Región de Aysén, supongo que con el mismo entusiasmo con que antes lo hizo en la Décima Región. El ex parlamentario libró una dura batalla contra Marcelo Díaz –otro santiaguino– para apropiarse del cupo y, por tanto, no estaba dispuesto a entregárselo al ex ministro del Interior.

Hasta pocas horas antes de que el Servel cerrara sus puertas a las 23.59 horas del 21 de agosto, todos los trascendidos señalaban que Insulza se mantenía firme en su posición. No había caso, su convicción era total: la Tercera Región o nada. Y de pronto se produjo el milagro. Álvaro Elizalde, con una amplia sonrisa, salía a informar a la prensa que el Panzer había aceptado el desafió de representar a Arica y Parinacota en el Senado. De seguro, su alegría respondía más a que, con este acuerdo, podía mantener su cupo por el Maule.

El sí de José Miguel Insulza no fue gratis. Puso condiciones al más puro estilo de un divo de la política, de un imprescindible. Ni más ni menos pidió ser una suerte de candidato de consenso, es decir, no tener competencia para asegurar el cupo. Y sus deseos fueron órdenes: el PS bloqueó las expectativas del diputado local Luis Rocafull, el PC trasladó a la destacada abogada Carmen Hertz y, para rematar, la DC le ofreció su apoyo, pese a que estos dos bloques van en listas separadas. De paso, el partido de la falange le propinó un duro golpe a Trinidad Parra, la candidata al Senado que inscribieron, pese a que el acuerdo con Insulza se produjo el día anterior. ¿Deslealtad o solo la necesidad de cumplir con la famosa ley de cuotas?

El ex ministro debe haber sonreído disimuladamente al escuchar la oferta. Había un factor, una carta bajo la manga, que solo él manejaba y era clave para su negociación final. Las encuestas que tenía lo daban por perdedor en Atacama y la única circunscripción –sondeó Aysén, Valparaíso y Maule– en que tenía posibilidades era en Arica.

Pero el episodio que culminó en la designación de José Miguel Insulza partió varios meses antes.

El ex diplomático inscribió su candidatura para las primarias internas de su partido con el objetivo de convertirse en el presidenciable del PS. En su momento, los comentarios de pasillo en el PS eran de consenso: Insulza buscaba mejores condiciones para asegurar un espacio en el Senado. Jamás logró ni siquiera aparecer en alguna encuesta de opinión y además se enfrentaba –supuestamente– a uno de los líderes que más admira, como el ex Presidente Lagos. Y la maniobra fue efectiva.

Hoy Insulza está instalado en una circunscripción que podríamos calificar de “calada”.  También se dio el lujo de que su caso entregara una clara señal de acercamiento entre la DC y el bloque “Fuerza de Mayoría” –la creatividad no es un don dentro de esos partidos– para una segunda vuelta. Ha sido alabado por moros y cristianos dentro del mundo político por el aporte que puede hacer en el Congreso.

Sin embargo, ni las cúpulas del PS ni menos Insulza, han dimensionado los costos que estas operaciones tienen frente al ciudadano común y por supuesto para el habitante de Arica. Precisamente la desconfianza, molestia y apatía de la gente se ha ido agudizando en los últimos años por eventos de este tipo, los que refuerzan un tipo de hacer política que ya no está acorde a estos tiempos. Las “cocinerías”,  los arreglos entre cuatro paredes, la falta de transparencia, el desprecio por las estructuras partidarias de regiones, la burla a las normas –la ley de cuotas terminó siendo un trámite de un profundo deprecio a las mujeres candidatas– o el reparto de cargos entre los mismos que vienen ejerciéndolos hace décadas, son parte de lo que debe cambiar para devolver la dignidad que requiere la política chilena.

Esta elección es una oportunidad para iniciar esos cambios. El nuevo sistema electoral abre una ventana que ojalá los ciudadanos aprovechemos. Es una necesidad urgente. Si los posibles electores nos quedamos cómodamente mirando por TV el proceso, tendremos que tener luego la prudencia de al menos no criticar cuando nuevamente se repitan estos casos. Y, por cierto, Insulza no es el único que está en esta situación, el listado es más largo de lo que se imagina.